-Por Gregorio Piechocki -
¡Podemos hacer algo!
Te despertás a la mañana y, entredormido, revisás el celular. Para qué. De golpe te acordás del alerta por el Coronavirus, del Dengue, del calentamiento global…
Indiferente a tantos frentes, refugiado en tu hogar, ponés la pava abajo de la canilla para el mate. El mate. Un respiro a tanta paranoia. No hay posibilidad de contagio en tomarlo solo, pensás mientras abrís la canilla. Pero el agua no sale. Ni fría ni caliente. Seca. Ni una gota. Escuchás un quejido que debe provenir de los rincones profundos de tu calefón dormido o peor aún, de las tinieblas lejanas del tanque de agua lleno de ecos. Ni siquiera para lavarte las manos.
Y en ese momento te da la sensación de que algo está pasando que te da entre bronca e incredulidad. ¡Si yo pagué la boleta de ABSA! Más de 1000 pesos, cada mes. Algo está pasando y algo hay que hacer.
Ahí está el problema. ¿Qué hacer? Podés despotricar en las redes (de hecho es lo que venís haciendo) y encontrás mucha gente en la misma situación. Eso te da cierto alivio, pero más allá de quejas e insultos, ¡el agua sigue sin salir!

Llamás a ABSA, empresa estatal proveedora de agua potable y cloacas, por tercera o cuarta vez. Dejás asentada una nueva denuncia, te dan otro número de reclamo. Las veces anteriores no sirvió de nada. ¿Por qué esta vez serviría?
Pero podés subir la apuesta, podés presentarte al ADA (Autoridad del Agua), en 5 e/39 y 40, organismo provincial que controla el funcionamiento de ABSA.
Ingresás en la mesa de entrada tu reclamo. Amablemente te dicen que el trámite está iniciado, pero no te dan un tiempo de respuesta o resolución. Hay que esperar los tiempos administrativos, te dicen. Volvés a tu casa un poco aliviado, al fin y al cabo hiciste todo lo que supuestamente estaba a tu alcance: apelaste a los medios que, como ciudadano, tenés para que algo tan básico como el agua no te falte, para bañarte, ir al baño, cocinar y un largo etcétera. Abrís la canilla de nuevo. Ahora, por lo menos, sale un chorrito fino, de a poco se llena la pava, y de paso aprovechás para llenar un balde para poder tirar la cadena. Y decís, qué bueno que por lo menos hay algo de agua, pero, ¿algo sigue pasando, no?
Te metés en Internet y te ponés a investigar un poco, diarios, notas, entrevistas. Te enterás de que en La Plata hay un déficit de 30.000 metros cúbicos de agua por día que no se están bombeando, solo se distribuye un promedio de 12.000.

Te cae la ficha de que todas estas roturas son las piezas más visibles de un rompecabezas que no se ve porque está bajo tierra. ABSA muy lentamente emparcha y vuelve a emparchar. Pero llega un momento que los parches no andan, los arreglos superficiales no funcionan ni duran. El coche está viejo, desgastado, se está fundiendo el motor, la bomba. Eso es justamente lo que está pasando en La Plata y Gran La Plata. Desde hace meses se están fundiendo los motores, quemando las bombas, explotando los caños.
Frente a las crisis, te preguntás lógicamente por culpas y responsabilidades. Te queda claro que la ex gobernadora María Eugenia Vidal no impulsó ningún cambio profundo de obras relativas al servicio de ABSA, a pesar de los millones de dólares de deuda con el FMI y bonistas que el gobierno de Macri supuestamente invertiría en infraestructura y obra pública.
Seguís leyendo sobre la historia de este problema, y te enterás que el tema viene de antes, de una desinversión que lleva décadas.
Pensás en el presente y ves que ahora hay un nuevo gobierno provincial, de la mano de Axel Kicillof y un nuevo presidente de ABSA, Germán Ciucci. Entendés que ahora ellos son los responsables de buscar la solución y poner manos a la obra.
Entonces después de ver el panorama decidís hacer algo, algo más. Se tienen que dar cuenta. No sos vos solo, hay un montón de gente en la misma. ABSA de la mano del gobierno provincial y los organismos de control tienen que ponerse de acuerdo y tomar cartas serias en el asunto. Iniciar un cambio estructural, de fondo, a largo plazo.
Y vos, mientras tanto, ¿qué podes hacer? Ves una convocatoria por redes sociales y decidís sumarte.
Vas a una protesta, a una asamblea de vecinos. Surgen ideas. Todos los meses se inauguran nuevos edificios, dice un vecino, nuevas torres enormes, pero cada vez hay menos agua. ¿No se pueden cobrar impuestos a las empresas constructoras que vayan a la infraestructura del agua? ¿No hay un límite para la inauguración de nuevos edificios? ¿La aprobación de nuevos edificios no tiene que ser coherente con un planeamiento orgánico de la ciudad?

Un diagnóstico de los problemas reales y un plan de obras estructural es lo que verdaderamente necesitamos para arreglar este problema de fondo, para nosotros y para los que vendrán después.